Tras cinco años desde The Slow Rush, Tame Impala lanza Deadbeat, un nuevo álbum que explora la tensión entre el éxito pop y la vulnerabilidad personal del creativo australiano. Con doce pistas que atraviesan house, electrónica y psicodelia, el disco plantea una encrucijada sonora: ¿será un paso adelante o una deriva?
El arranque con “My Old Ways” abre con un piano sencillo y un ritmo house moderado, insinuando un cambio de dirección y la voluntad de reinventar el sonido habitual de la banda. En “No Reply”, Parker se enfrenta al síndrome del agotamiento con una base electrónica austera, mientras que “Dracula” mezcla funk ochentero, falsete distintivo y una atmósfera que revive sus guiños al pop oscuro. “Loser”, ya divulgada como sencillo, articula con ironía su propio auto-retrato abatido sobre beats tropicales. A continuación, “Oblivion” y “Not My World” se adentran en paisajes más sintéticos, house lento y texturas minimalistas que evocan las raves australianas de campo (“bush doofs”) mencionadas en la promoción del álbum.
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En “Piece of Heaven” se busca un himno, aunque con instrumentos ligeros y melodía suave que contrastan con la agresividad anterior. “Obsolete” y “Ethereal Connection” traen momentos de transición, ritmos flojos que intentan elevarse sin dejarse llevar completamente. En “See You on Monday (You’re Lost)” la melancolía se abre paso con sintetizadores etéreos y voz cercana. “Afterthought” baja revoluciones, acercándose al pop melódico más directo, y finalmente el cierre con “End of Summer” resume la dualidad del disco: un tema largo, de estallido rítmico y cierta nostalgia de final de ciclo.

En su conjunto, Deadbeat refleja a un artista que no teme cambiar, que explora territorios de club, house y trance, pero que al mismo tiempo arrastra su mirada cansada sobre la fama, la paternidad y la identidad creativa. La producción es pulida y los ambientes están bien definidos, aunque algunos críticos señalaban falta de cohesión o la sensación de que muchas ideas quedaron a mitad de camino.
Para quienes siguen a Tame Impala desde su era psicodélica-rock, Deadbeat puede sentirse como una deriva natural hacia la pista de baile, una mezcla extraña de introspección y deseo de escape. Para nuevos oyentes, es un álbum llamativo que ofrece ganchos, ritmos y atmósferas modernas, aunque quizá sin la fuerza emocional de sus lanzamientos anteriores.
En definitiva, Deadbeat es un álbum interesante, necesario incluso, para entender el presente de Tame Impala. No todos los ensayos funcionan por completo, pero la ambición está ahí. Merece escucharse como parte del camino de Parker, en el que la gloria se acompaña de preguntas y el baile de noche se convierte en una conversación consigo mismo.
Escrito por: Andrés Pimentel A. @cafejapones
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